Arquetipos hispanos

    La literatura hispánica ha suministrado al mundo una serie de tipos universales con "una originalidad tan vigorosa que resisten con ventaja toda comparación" ,1 a continuación citaremos algunos de los más destacados:

 

Don Quijote

Pedro Crespo

    

El Cid Campeador

Don Juan

    

    


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     Don Quijote: Como dice un poema anónimo "un soldado, poco a poco, queriendo pintar un loco retrató la humanidad". Contrariamente a lo que creen una buena parte de las personas que aún no lo conocen es un libro fácil de leer, que "engancha" desde la primera frase, y mantiene el interés del lector a lo largo de toda la extensión de la obra. Las versiones infantiles atraen a los niños desde la más tierna infancia, y las que respetan el vocabulario original del siglo XVII se leen sin ningún problema por la inmensa mayoría de los lectores. Si quiere un consejo olvídese de todo cuanto le hayan contado sobre esta obra, y sumérjase en ella sin "intérpretes", descubrirá un mundo asombroso: la serenidad y el profundo optimismo del Renacimiento, que evoca la literatura bucólica de la antigüedad clásica; un paisaje manchego mucho menos seco de lo que puede verse en la actualidad; la alegría de vivir reflejada a través de una multitud de personajes secundarios; una gran cantidad de historias, ajenas a la principal, que amenizan las jornadas de D. Alonso Quijano cuando por las noches hace un alto en su camino y comparte mesa con los transeúntes de las ventas donde se aloja. Y de fondo una profunda filosofía vital y la gran humanidad que refleja D. Quijote, pese a su locura, que lo hacen entrañable para todos, incluso para sus enemigos.

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    Pedro Crespo: (El Alcalde de Zalamea) Dijo Fitzmaurice-Kelly, que "si Calderón se hubiera mantenido" en sus restantes obras "constantemente a esta altura, figuraría entre los más grandes maestros de todos los tiempos y de todos los pueblos".

    Esta obra es el más popular de los dramas de Calderón y también el mejor de los que escribió. Como todas las obras maestras su prestigio no ha cesado de aumentar con el paso del tiempo. "Su conflicto dramático es tan verosímil que se puede considerar copiado de la vida real".En "Pedro Crespo se compendian y resumen los rasgos sobresalientes del labrador castellano: profundo sentimiento religioso, firmeza de carácter, costumbres austeras, trato llano y abierto y un fuego en el alma como el del Sol que abrasa su tierra, bajo un exterior todo equilibrio y serenidad"1. Es la expresión del sentido del honor de un hombre honrado.

    

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    El Cid Campeador: Pese a ser un personaje histórico, estamos ante un verdadero mito nacional. Durante la Baja Edad Media fue el arquetipo de caballero cristiano en todo el ámbito ibérico. Es el guerrero más brillante en una sociedad guerrera, cuyas hazañas tienen lugar en un momento crítico de la historia medieval española, en el que los reinos cristianos corrían serio peligro por efecto de la invasión de los almorávides, en la segunda guerra santa que los musulmanes lanzarán contra los cristianos españoles. Forzosamente pues sus proezas militares tenían que hacerle popular. Pero lo más llamativo del mito cidiano no son sus hechos de armas, que a veces incluso no llegan a la altura del personaje histórico al que hacen referencia, sino sus cualidades humanas: la lealtad hacia su patria, una caridad cristiana difícil de casar con la ética del guerrero, el extraordinario sentido del deber y del honor que le lleva a aceptar el destierro como la consecuencia inevitable de su responsabilidad moral. El pueblo se apropió de su imagen y proyectó sobre ella todas las cualidades que debía tener un caballero, convirtiéndole en un modelo a imitar cuya grandeza moral no dejaría de crecer con el correr de los siglos.

    El personaje histórico, a través de sus dos hijas, terminó siendo el antepasado común de todos los reyes cristianos, hecho que constituía un motivo de orgullo general. Está en la línea de ascendencia de un alto número de europeos occidentales y de americanos, y por supuesto de casi todos los hombres actuales que se expresan en lenguas ibéricas. Por todo ello no es exagerada la afirmación que se hace en el Himno de Riego cuando califica a los españoles como Los hijos del Cid.

    Protagonista de diversos romances medievales (el más destacado de ellos será El Cantar de Mío Cid), en la Edad Moderna se convierte en un personaje literario de primer orden, primero con la publicación en 1.621 de Las mocedades del Cid, de Guillén de Castro, y poco después con la representación en París de El Cid de Pierre Corneille (1.636).

    

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    Don Juan: Es, a escala mundial, el más conocido de nuestros personajes literarios. Para muchos extranjeros es el arquetipo español por excelencia. Posiblemente su éxito se deba a que representa a un tipo de individuos que existen en todas partes, siendo un modelo universal, que despierta sentimientos encontrados de admiración, curiosidad o desprecio, y que Tirso de Molina retrató como nadie en El Burlador de Sevilla.

    El éxito de Don Juan es tan formidable, y su tipo tan representativo, que en cada país lo conocen en una versión diferente, escrita en su propio idioma, por algún compatriota. Así los franceses pueden elegir entre las versiones de Molière, Alejandro Dumas, Balzac o Mérimée. Los ingleses tienen la de Lord Byron, los rusos la de Puchkine, los italianos la de Goldoni y los propios españoles podemos elegir entre la de Tirso y la de Zorrilla. El mismo Mozart, en 1.787, conmovió al mundo con su ópera "Don Giovanni", donde supo reflejar como en ninguna otra de las que escribió su talento dramático.

    Salvo la ópera de Mozart, en todas las versiones que se han hecho, el personaje se llama Don Juan, siempre escrito en castellano, y siempre ha nacido en Sevilla, hecho que demuestra la profunda influencia que el original de Tirso ha tenido sobre lo que se ha escrito después, y que constituye el más claro testimonio de su calidad literaria y de su fuerza expresiva.

    Con frecuencia se confunde al Don Juan de Tirso con el mítico Miguel de Mañara, personaje real que vivió en Sevilla en el siglo XVII y que mandó construir, en dicha ciudad, el Hospital de la Caridad. Hay quien cree que el escritor se inspiró en su biografía, pero cuando el libro se publicó, en 1.636, Don Miguel, que había nacido en 1.626, sólo tenía 10 años de edad, por tanto lo más probable es que sus "hazañas" hayan estado inspiradas por la creación literaria y no a la inversa.

    A quién sí inspiró el burlador de carne y hueso que vivió en Sevilla fue a todos los románticos y restantes autores del siglo XIX, algunos de los cuales, como Mérimée, visitaron la ciudad para recoger todos los testimonios que pudieron encontrar acerca del personaje cuyos rasgos biográficos se dejan entrever a través de sus creaciones, así pues serán los románticos quienes incorporen, entre las seducidas de Don Juan, a una monja (La Doña Inés de Zorrilla), hecho que parece ajustarse a la biografía de Mañara y que es ajeno a la obra de Tirso. Pero pese a los préstamos tomados de Don Miguel, el personaje sigue llamándose Don Juan en todos los casos, y en el de Zorrilla además se sigue apellidando Tenorio.

    

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1 Juan Cabal. Los héroes universales de la literatura española (Barcelona, 1.977). Volver a Pedro Crespo